Raúl Alfonsín, un estadista con pase bochinesco

Raúl Alfonsín, un estadista con pase bochinesco

El 12 de marzo festejaría su cumpleaños Raúl Ricardo Alfonsín, un militante a capa y espada de la vida democrática. Un quijote de boina blanca que supo enfrentar desde su coraje los ataques residuales de quienes fueron ideólogos y partícipes directos de la última dictadura, cívico-eclesiástico- militar.

miércoles, 11 de marzo de 2020

 “Y así empecé el ’83, son casi 20 años de historia.
El siglo se muere y no cambia más
está agonizando en cualquier hospital.

Nosotros tenemos la culpa y hay que solucionarlo.
Llamemos al débil y al orador, al mozo, al poeta
al músico, al peón. Llamemos a todos los hombres,

que el banquete está listo”

Fito Páez

 

La vorágine informativa, en ciertas ocasiones, no nos permite resignificar la vida de algunos queribles personajes de la historia argentina. El 12 de marzo festejaría su cumpleaños Raúl Ricardo Alfonsín, un militante a capa y espada de la vida democrática. Un  quijote de boina blanca que supo enfrentar desde su coraje los ataques residuales de quienes fueron ideólogos y partícipes directos de la última dictadura, cívico-eclesiástico- militar.

 

Allí por 1983 yo cursaba primer año en la Escuela Nacional Bachillerato Común Anexo de Balcarce. Atesoro en la memoria un puñado de calcomanías en mis carpetas, óvalos celestes y blancos con la sigla RA, y los discursos apasionados de un tipo de bigotes que se parecía a mi abuelo Pepe. Nosotros los más pibitos y los grandulones de quinto sentíamos una profunda fascinación por aquel hombre que hablaba de democracia y dejaba entrever en cada reflexión su firme compromiso ideológico con las causas populares.

 

Fanático de Independiente y admirador incondicional del Bocha, a quien lo creía un genio con una pelota en los pies. El 26 de junio de 1984, una recordada semifinal de copa Libertadores en Avellaneda, los reporteros gráficos inmortalizaron la foto del Presidente dando el puntapié inicial del partido ante la Universidad Católica de Chile.  Pleno invierno, era una noche lluviosa con todo el clima en contra: frío, viento, agua y barro.

 

Dijo Ricardo Bochini sobre aquel encuentro. “La vez que vino a Avellaneda se bancó un frío tremendo, nos vino a ver con diez grados bajo cero, y tuvo que usar botas porque estaba lleno de barro. Era un apasionado de Independiente. Después nos recibió en la Rosada cuando ganamos la Intercontinental, ese día estaba muy feliz. Y también en el 86´, con la Selección. Más adelante, un mes antes de que dejara el gobierno, fui a verlo a la Quinta de Olivos. Tenía que estar con él en ese momento. Él me admiraba mucho. A mi despedida no pudo venir, y entonces me escribió una carta que aún conservo. Ojalá que los jóvenes que militan sigan su ejemplo y que tengamos líderes políticos limpios, que piensen en el país”.

 

En los días previos  a la final Intercontinental en Japón entre Independiente y el Liverpool inglés corrieron versiones que indicaban que la misma pudo llegar a suspenderse.  Jorge Burruchaga narró años después los pormenores de un partido que se disputó  tras la Guerra en Malvinas. “Había mucho temor por lo que podía pasar, en 1984 no nos dejaban jugar contra el Liverpool y hasta último momento nos tenían ahí, así que con mis compañeros de Independiente fuimos a ver a (Raúl) Alfonsín, que era hincha del club. Le pedimos que nos dejara jugar, que solo se trataba de un partido, que no íbamos a vengarnos de una guerra. Y al final nos dejó”.

Alguien me sopla una desconocida experiencia futbolera en casa de gobierno. Una mañana de 1987, en la Quinta Presidencial de Olivos, Alfonsín emuló a Pepe Santoro. En la espera de un partido de fútbol entre los periodistas acreditados en Casa Rosada y el Ministerio de Economía, el Viejo se paró en un arco improvisado con dos montículos de ropa y desafiante invitó a tres ejecutantes que quisieran patearle un penal. Eugenio Paillet, de la agencia Noticias Argentinas y Roberto Disandro, del diario Crónica, aceptaron el convite  y vencieron la resistencia del Presidente. El último remate lo convirtió en héroe. Suave carrera del ex secretario de Hacienda Mario Broderson, la bola viaja hacia uno de los ángulos y Alfonsín vuela de palo a palo, de ropa a ropa y con un manotazo salvador logró mandar la redondita de cuero al córner. 

 

Cierto es que muchos le endilgan haber fogoneado el intento de desplazar a Carlos Bilardo de la dirección técnica de la Selección antes del Mundial de México ’86. Rodolfo O’Reilly, su Secretario de Deportes, vocero y mano ejecutora de aquella movida política,  muy risueño, contó al respecto una anécdota protagonizada con Julio Grondona, tan partidario como él de la UCR: “Cuando lo llamé, me dijo: ‘Michingo, dedicate al rugby, que de esto no entendés un carajo’”. El presidente de la AFA sostuvo al entrenador contra las presiones del gobierno radical de Alfonsín.

 

Argentina fue campeón del mundo y el viejo Alfonsín humilde reconoció su error y les regaló a los jugadores y al cuerpo técnico el balcón de la Rosada para saludar a una multitud que festejaba la gloria mundialista. Diego se sintió, por un ratito, Presidente de la Nación.

 

Yo empecé mi colegio secundario en el 83´ bajo el encanto bochinesco de un presidente honorable, un héroe sin bronce, un tipo sencillo de Chascomús que se transformó en sostén ideológico y  base piramidal de un incipiente y endeble régimen democrático en la Argentina.

 

Néstor Kirchner describió cierta vez a Raúl Alfonsín como a un líder políticamente incorrecto, como a un gran militante que supo defender con pasión sus principios y sus convicciones, un transgresor que no apelaba a la   hipocresía para convencer a sus seguidores o a sus potenciales votantes. Un estadista que decía lo que pensaba y debatía acaloradamente con sus adversarios políticos.

 

Un 12 de marzo de 1927 nació Raúl Alfonsín, un quijote que enfrentó a oscuros molinos de viento y se alzó triunfador en 1983 en las elecciones presidenciales. Fito Páez, quien cumple años un día después, en tanto, festejaba los 20, y en la Argentina comenzaba otra década a todo vapor, el viento nos tocaba la cara y marcaba un auspicioso cambio de rumbo.

 

Fue en 1983 cuando Raúl  Alfonsín, ese que se parecía a mi abuelo Pepe,  entendió que el siglo se moría y estaba agonizando en cualquier hospital, que había que solucionarlo.  Y entonces llamó al débil y al orador, al mozo, al poeta, al músico, al peón. Fue el Viejo Alfonsín quien llamó a todos los argentinos de buena voluntad que habitaban suelo argentino para poder remediar en democracia los horrores de un tiempo  de botas locas y asesinas.

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. Héctor Hipólito Ameri dice:

    Gracias por recordar y contarnos como vivió Ud. su propia experiencia de vida cuando compartió la suya justo cuando el país tuvo la suerte de ser dirigido por el más grande estadista de nuestra historia

  2. sergio fraticelli dice:

    Gran homenaje al más grande Estadista que yo haya visto . Un enorme patriota que con sencillez y amor por su país, pasó a la historia como el primer presidente despues de la dictadura mas brutal que haya sufrido la Argentina. Felicitaciones Mario.

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