Sin la bravura del Toro la fiesta es una pobre comedia

Sin la bravura del Toro la fiesta es una pobre comedia

El equipo, ausente Fernando Ponce hasta el partido con Ferro, carece de un caudillo natural que asuma el liderazgo emocional del partido cuando la adversidad de un resultado lo amerita. Tampoco fluye el estratega que se asuma naturalmente como un patrón futbolístico que conduzca e interprete los diferentes momentos del juego.

viernes, 11 de octubre de 2019

Sin la bravura del Toro la fiesta es una pobre comedia

“Doma el tiempo al caballo desbocado,

detiene el mar y viento enfurecido,

postra al león y rinde al bravo toro”.

José Cadalso

 

Releyendo viejas crónicas periodísticas encuentro una interesante entrevista al escritor valenciano Carlos Marzal, obcecado recopilador de poesías taurinas que reflejan en tinta y papel los pormenores de una actividad que genera aún cientos de controversias.

 

Consultado en el mencionado reportaje  sobre el futuro de las  corridas de toros en España respondió: “Son artes destinadas más que a un público a unos espectadores concretos. Se dice que la poesía no tiene públicos sino lectores. Salvando las distancias el toreo, cuyo público es multitudinario, será para una cofradía de devotos, una secta de entendidos. Pero si la fiesta se termina no se acabará por los enemigos de afuera sino de dentro. Terminará cuando no haya toros, cuando los toros no embistan y el animal pierda bravura. Sin la bravura del toro esto no tiene sentido, es una comedia”.

 

Mientras esbozaba las primeras líneas de esta crónica futbolera recordé  aquella respuesta de Marzal. Allí  encontré algunas definiciones que me permitieron esgrimir ciertas analogías que bien pueden desenmarañar el pobre presente de Alvarado en la segunda categoría del fútbol argentino.

En principio vale señalar que todos los jugadores y los entrenadores que representan al Club  Alvarado de Mar del Plata tienen que concientizarse que “sus artes”  también están destinadas a unos espectadores concretos. El hincha del Torito del ex barrio Mataderos le exige a  todos y a cada uno de los integrantes de la plantilla profesional compromiso afectivo y fidelidad a su camiseta. El futbolista de Alvarado no solo debe jugar bien, además debe afrontar cada partido con la bravura y el temple de aquellos que no renuncian jamás a los sueños. Los simpatizantes aplaudirán con la misma vehemencia una gambeta maradoniana de su delantero más talentoso como el coraje de un  expeditivo centrocampista que se raspa con los rivales y se juega el pellejo en algún cruce temerario.

 

Aquí bien se podría establecer un primer punto de análisis. El equipo, ausente Fernando Ponce hasta el partido con Ferro, carece de un  caudillo  natural que asuma el liderazgo emocional del partido cuando la adversidad de un resultado lo amerita. Tampoco fluye el estratega que se asuma naturalmente como un  patrón futbolístico que conduzca e interprete los diferentes momentos del juego. Sin lugar a dudas Cristian  Canuhé, por sus condiciones técnicas y su talento para leer el partido, es quien podría y debiera  llevar adelante dicha conducción en el campo.

 

Pero el entrenador Juan Pablo Pumpido desestima la tenencia de la pelota en la mitad de la cancha, cree como el mismísimo Diego Pablo Simeone que un pase lateral, si no es para disponer del balón por necesidad, es una pérdida de tiempo. Por tanto Alvarado no lateraliza el juego, no hace gala de la posesión del balón, rompe líneas con transiciones rápidas y ataca con tres delanteros. Dos que ofician de extremos y un nueve, Rivero, que se faja en el área rival con los zagueros. En la mitad de la cancha tres futbolistas con características  muy similares ocupan los espacios y ofician de nexos entre defensas y ataques.  Por tanto, Canuhé, para quien escribe, el futbolista más talentoso de este plantel, no tiene lugar entre  los titulares.

 

Desarrollo en este párrafo una segunda analogía con la taurina definición de Carlos Marzal. Alvarado alternó en estas primeras fechas buenas, malas y muy malas prestaciones futbolísticas. Algunos errores individuales fueron causales de derrotas  categóricas y variados desaciertos estratégicos más  la mala fortuna tiraron por la borda muy aceptables presentaciones en carácter de visitante. Cierto es también que el entrenador  careció  de los tiempos deseados para planificar y trabajar la puesta a punto de un plantel totalmente renovado. Que muchos de los jugadores que se sumaron a la plantilla no tienen todavía el rodaje y los minutos necesarios para afianzarse en el equipo y que en algunos casos, Diego Becker por ejemplo, las lesiones lo marginaron de la titularidad.

El Torito marplatense parece encajar a la perfección en la sencilla lectura que ensayan los humildes devotos de las tribunas del José María Minella, una secta de entendidos que  saben a ciencia cierta que el gran desafío para el presente torneo es mantener la categoría.

 

Plasmando en el campo una idea de juego que le permita al equipo crecer sin tantos sobresaltos, paso a paso, consolidando y fortaleciendo el aspecto defensivo, mostrando un esquema sólido y compacto en la mitad de la cancha, siendo eficaz en el arco rival. En definitiva la síntesis táctico estratégica que amalgame fluidez ofensiva, firmeza para defender y orden para equilibrar el equipo cuando los mediocampistas pierden o no tienen la pelota.

 

Tras la derrota con Ferro y el doloroso desembarco al último lugar de la tabla de posiciones, la nobleza conceptual del entrenador y las buenas intenciones de muchos futbolistas no alcanzan a redimir la angustia y la preocupación de los simpatizantes del gigante del interior del interior, quienes fecha tras fecha observan con mucha desazón como este Toro no solo no  embiste rivales, también pierde bravura.

 

Para el cierre de estas líneas la tercera y última analogía con la brillante reflexión del poeta valenciano. Si Alvarado no es fiel a su esencia, si la bravura futbolística del  Toro no es tal, la fiesta que soñaron hace 91 años los fieles habitantes de un pueblo popular y nacional no será y se transformará en una mediocre y aburrida comedia que no provocará ni una mísera sonrisa.

 

Mario Giannotti

 

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