¿Quién te ha robado querido Mirko el mes de abril?

¿Quién te ha robado querido Mirko el mes de abril?

Mediodía del 4 de abril de 2000. Una madre corre presurosa para avisarle a su hijo de 21 años que el desayuno está listo. Tras varios llamados a la puerta de su habitación, una imagen le desgarra el corazón, le apretuja el alma y le desfigura el rostro.

viernes, 5 de abril de 2019

“Quién me ha robado el mes de abril. 
Cómo pudo sucederme a mí. 
Pero, quién me ha robado el mes de abril 
Lo guardaba en el cajón 
donde guardo el corazón”

Joaquín Sabina

Busco una sabia reflexión de un cuervo de ley para entender algunas cuestiones que trascienden la cuestionable simpleza de un partido. Dijo Osvaldo Soriano en la mesa sobre “Literatura y Fútbol” de la Feria del Libro de 1995, junto a Roberto Fontanarrosa, Juan Sasturain, Carlos Ferreira y Juan José Panno: “Yo tengo un gran respeto por los jugadores de fútbol porque sienten emociones muy intensas a una edad en la que la mayoría de los seres humanos no sienten. Un chico a los 20 años tiene su problemática que es de por sí muy compleja: rebeldías, broncas, la cosa con los padres, la autoridad. Y encima tiene que enfrentar una responsabilidad gigantesca con la familia, con la sociedad y con su propia carrera. Hay que ponerse un poco del otro lado y pensar cómo es un mundo en el que a los 32 años, en algunos casos menos, uno se jubila. Es inimaginable saber lo que pasa cuando uno sale a la cancha a cumplir con los deseos de otra mucha gente. Toda esta es una presión enorme y es un milagro que no destruya más chicos de los que ha destruido”.

Mediodía del 4 de abril de 2000. Una madre corre presurosa para avisarle a su hijo de 21 años que el desayuno está listo. Tras varios llamados a la puerta de su habitación que estaba en la planta alta, una imagen le desgarra el corazón, le apretuja el alma y le desfigura el rostro. Su hijo, Mirko se había ahorcado con una sábana que estaba atada a una barra de gimnasia que el futbolista tenía en su cuarto. Según el comisario Ricardo Rodríguez, la madre pidió a gritos el auxilio de los vecinos. Dos de ellos la ayudaron a bajar el cuerpo del jugador de San Lorenzo e intentaron revivirlo con ejercicios de respiración boca a boca. Al no encontrar respuestas positivas se llamó de inmediato a la ambulancia del SAME, que llegó en cinco minutos. Pero lamentablemente no había nada más que hacer.

Mirco Saric nació el 6 de junio de 1978, debutó en primera división el 19 de febrero de 1998, ante Gimnasia y Esgrima La Plata, en el Nuevo Gasómetro, a los 19 años, y jugó 41 partidos, en los que convirtió cuatro goles. La gran promesa de las inferiores de San Lorenzo se recuperaba de la rotura en el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha, una de las lesiones más graves que puede sufrir un futbolista.

Para muchos de sus familiares, ésa fue una de las causas de su estado depresivo. Su hermana Mirna lo confirmó: «La depresión fue consecuencia de la lesión. Mi hermano estaba en un pozo y decía que no quería vivir más». Mariana, su otra hermana, en tanto, cuestionó y puso en tela de juicio el rol de los clubes profesionales ante una patología psicológica.

Otros hechos lo venían afectando. Un año atrás creyó ser padre de una criatura, fruto de una relación amorosa. Eso le había dicho la madre, pero las muestras de ADN confirmaron que no era suyo. «El pibe tenía dos meses y él se había encariñado mucho. La noticia lo mató», dijeron sus amigos. La mala racha siguió. Tras ser el jugador de moda en el verano de 1999, su nivel bajó y Ruggeri su entrenador lo relegó al banco de suplentes. Vale recordar que Mirko le había confiado al mismísimo Ruggeri su vacío personal y profesional, su angustia existencial y había puesto en palabras su meditada decisión de quitarse la vida.” No le encuentro sentido a la vida”.

En un partido frente a Rosario Central, mientras realizaba los movimientos de precalentamiento al costado de la cancha, el carrito que asiste a los lesionados lo atropelló y le tuvieron que dar tres puntos en la pierna. Volvió a ser titular después de mucho tiempo por la Copa Mercosur frente a Boca, pero sufrió un esguince de tobillo y quedó parado un mes. Ya recuperado, el director técnico lo mandó sorpresivamente a Reserva. Se habló de una supuesta «conducta poco profesional», pero esto fue desmentido por el cuerpo técnico y al encuentro siguiente fue titular en Primera. Volvió a Reserva y en el último partido del año se lesionó la rodilla. ¿Algo más? Sí, en febrero chocó contra una camioneta en la esquina de su casa, su auto quedó destrozado, pero él salió ileso. Demasiadas cosas para un chico con tendencia a deprimirse.

Han pasado 19 años de la dolorosa e incomprensible muerte de Mirko Saric. La licenciada en Psicología Liliana Grabin escribió en Página 12 tras la muerte del futbolista. “Cuando advertimos una problemática severa en un deportista lo derivamos para tratarlo como paciente y allí ya se interviene con el médico deportólogo, el psicólogo clínico y el psicólogo deportólogo y si es necesario el psiquiatra. Pero sucede que esta metodología, la atención al deportista no es soportada por las estructuras del fútbol. Mirko no se mató por saturación de entrenamiento y competencia. Tenía instalada una depresión aguda y eso no hace falta comprobarlo”.

Hoy aquí esta crónica desea oficiar como un bálsamo que redima la pena de los afectos más cercanos a Mirko Saric, un sentido homenaje para un pibe que no pudo con su alma. Un crack a quien el mundillo del fútbol no supo, no pudo o no quiso entender. A 19 años de una tragedia que enlutó el corazón futbolero de un país obnubilado tras una pelota, este recuerdo como toque de atención, como vos de alerta, como símbolo de la desidia de los clubes profesionales, como autocritica de quienes de alguna manera somos parte de un deporte hiper profesional, un deporte que muchas veces desoye los miedos y las presiones de sus protagonistas. No estaría mal entonces, que los entrenadores, los dirigentes, los padres, los hinchas, los sponsors, los jugadores y nosotros los periodistas, no olvidemos nunca que detrás de ese crack que sale a la cancha hay un ser humano, ni más ni menos…

Mario Giannotti


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