El Che, el que ataja el viento

El Che, el que ataja el viento

El 14 de junio se cumple un nuevo aniversario del natalicio de Ernesto Che Guevara, héroe nacional de Cuba, un rosarino que se transformó en uno de los principales íconos de las luchas populares en el mundo. Un arquero, que como como el Loco Gatti de mi niñez, atajaba el viento.

jueves, 11 de junio de 2020

a mi amigo Carlos Cachacho Pascual

“¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos. ¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía?”

Eduardo Galeano

 

Mi memoria de pibe agiganta la figura colosal e invencible de Hugo Orlando Gatti, un tótem que rodilla en tierra hipnotizaba a cuanto bravío delantero osaba vulnerar su valla invicta. En la radio Víctor Hugo describía las hazañas del Loco y su relato proverbial inmortalizó las gestas del portero xeneise. “¡Gatti hace la de Dios y le gana el duelo al Beto Alonso!”. “¡Invencible el arquero de Boca! ¡Hugo Gatti: el que ataja el viento!”.

 

Releyendo un muy buen cuento futbolero de Alfredo Bryce Echenique descubro una imagen, una maravillosa metáfora que el autor utiliza en el inicio del texto para sintetizar un sentimiento que afloraba en sus primeros años de vida. “El de Pasalacqua volando es uno de los primerísimos recuerdos de mi idea de la libertad y de la forma alegre y mágica, o cuando menos sumamente aérea, en que me enfrenté  a un nuevo estreno del mundo”.

 

Una multicolor fotografía en la revista El Gráfico de Hugo Gatti  arrodillado, brazos extendidos en forma de cruz  y la mirada fija en la pelota, es para mí, en tanto, uno de los primerísimos recuerdos de la idea de resistencia y valentía. El Loco achicaba el ángulo de tiro, sacaba pecho y lograba que los goleadores se entregaran mansamente ante el seductor encanto del portero.

Años después sucumbí embelesado ante otro guardameta, un auténtico ícono de libertad, resistencia y valentía. Los historiadores rescatan a un indomable Ernesto Che Guevara volando de palo a palo en las ruinas de Macchu Picchu, atenazando centros en el corazón del área menor de la canchita del leprosario de San Pablo, atajando un penal decisivo en Leticia, en Colombia, ahogando el grito de gol de un docente universitario.

 

“En 1963, en Santiago de Cuba, hicimos un partido de fútbol. Él era ministro de Industrias, un personaje muy popular. Pero cuando estaba en el arco no se acordaba ni de su cargo ni de ninguna otra cosa. Cuando estaba en el arco, era arquero. Enfrentábamos al equipo de fútbol de la universidad, que era entrenado por Arias, un español. En el partido, Arias recibió la pelota y avanzó tranquilamente, pero el Che salió del arco, se le vino encima y le dio un revolcón. Nadie pensaba que el ministro se iba a tirar a los pies por una pelota…”, escribió su amigo Alberto Granado, en su libro Con el Che por América Latina.

 

Una vez más el fútbol, cuando no, oficia como excusa para narrar emociones que traspasan los límites geográficos de una cancha. El paso del tiempo ha convertido a uno de mis arqueros predilectos en una torpe caricatura ideológica, una burla de aquella magnánima imagen de valentía y arrojo que inspiraba defendiendo el arco de Boca. Gatti, el que atajaba el viento, hoy es una vocero más de un sistema antisolidario que agita el tener para ser y el sálvese quien pueda. Escucharlo razonar me estruja las tripas  y siento que alguien arranca de un tirón aquella foto de la revista. Su capacidad intelectual se me antoja indirectamente proporcional a su talento como futbolista. Mi ídolo con cara de indio habla desde Madrid creyéndose un español más, renegando de sus orígenes, adulando las virtudes primermundistas en desmedro de los países pobres.  

 

El Che, el otro arquero en cuestión, se sostiene eterno en el aire y aunque este callado nunca es silencio. Como todo guardameta siempre tuvo una mirada privilegiada de lo que pasaba en un partido, en una cancha o fuera de ella. Una mirada generosa, protectora, única. Millones en el planeta corremos tras un escurridizo balón que nos permita marcar un gol definitorio en tiempo de descuento. Millones cruzamos la mitad de la cancha al resguardo de una voz que desde la portería nos indica el camino a seguir. Yo, como otros, simples mortales, vamos tras sus historias.

 

Caluroso amanecer del 14 de junio de 2017. Casi 200 kilómetros separan al pintoresco Cayo Santa María de la ciudad de Santa Clara, capital de la provincia de Villa Clara, región central de Cuba. El taxista llegó puntual a la puerta del hotel y afectuoso nos invitó a transitar en su carro la ruta que nos llevaría a la ciudad del Che, escenario en los últimos días de diciembre de 1958 de una las batallas más significativas de la revolución cubana.

 

Fidel Castro describió la heroica epopeya del Comandante en Jefe Ernesto Guevara  en tierras santaclareña en un discurso que pronunció el 28 de noviembre de 1971 en una comuna de Santiago de Chile ante un monumento erigido como homenaje al Che.

 

“Y cuando ya a finales de diciembre nuestras fuerzas tenían virtualmente dominada la provincia de Oriente, cortada en dos partes la isla por la provincia de Santa Clara, el Che llevó a cabo una de sus últimas proezas en nuestro país.  Avanzó sobre la ciudad de Santa Clara con 300 combatientes, se enfrentó a un tren blindado que estaba en las afueras de la ciudad, interceptó la vía entre el tren y la sede de la fuerza principal: descarrilaron el tren, coparon el tren, lo rindieron y le ocuparon todas las armas.  Es decir, inició el ataque a la ciudad de Santa Clara con 300 hombres” .

 

El sol caribeño golpea los cristales del taxi. A la vera de una ruta estrecha y sinuosa se levantan algunas casas humildes, sencillas, pobres, sin lujos, sin rejas. Los animales cruzan el asfalto buscando un poco de sombra y restos de comida. La frondosa vegetación dibuja una policromática escenografía sobre el terreno ondulado de los cerros. Al norte, el suelo, apoyado en toda la región sobre un lecho de rocas, parece más fértil y productivo.

 

El chofer ameniza el trayecto contándonos los pormenores de la revolución que le devolvió la dignidad a la isla. Su relato está cargado de pasión, sus historias son parte de la memoria colectiva de un pueblo que luchó por su libertad. “Mire aquí en Cuba comemos un poquito a la mañana, un poquito al mediodía y un poquito a la noche, pero comemos.  Nuestra dignidad es bandera de resistencia. Somos el legado de Martí, de Fidel, del Che”.

Las actividades centrales de Villa Clara en homenaje al aniversario 89 del natalicio del Comandante Ernesto Che Guevara y el 172 del General Antonio Maceo, llamado el “Titán de Bronce”, segundo Jefe militar, líder de la independencia cubana durante el siglo XIX, comenzaron a las 7:00. La celebración, en tanto, tuvo su  inicio en el Parque Antonio Maceo con una marcha por todas las calles principales hasta llegar a la Plaza Ernesto Che Guevara, sitio histórico donde se custodian sus restos y los de sus compañeros de lucha.

 

Nuestro guía conductor, al llegar, nos dejó frente al Complejo Escultórico y Museo Comandante Ernesto Che Guevara. Los primeros alumnos de la Escuela Primaria Ernesto Che Guevara del Reparto José Martí y del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas fueron los primeros en poblar la plaza. Ellos tuvieron a su cargo el protocolo ceremonial y la conducción  desde el micrófono del acto central. Los más pequeños vestían camisa blanca y short o pollera amarillo mostaza, los adolescentes por su parte, portaban un uniforme que repite la camisa blanca pero el pantalón y las polleras son color rojo vino. Los preuniversitarios, tenían camisas celestes, polleras y pantalones azules más oscuros. Se los veía felices, nadie les gritaba ni los rigoreaba para que hagan silencio. Ellos son parte del homenaje, ellos aman a su héroe nacional: el Che. Provocaba sana envidia escuchar cómo piensan y como se expresaban.

 

La caminata juvenil fue presidida por estudiantes de la Universidad Central, institución que portaba la réplica de la boina del Che, símbolo de combate de la provincia. Una vez en el escenario principal, promediando el acto, 89 jóvenes recibieron el carné de la Unión de Jóvenes Comunistas y 172 niños realizaron el cambio de atributos de la Organización de Pioneros José Martí.

 

En lo previo, mientras la gente llenaba fervorosa la plaza, me ganó mi vocación profesional y pude dialogar con ellos. Un viejo filatelista tomado de la mano de su nieto me cuenta que para Cuba el Che es un paradigma de ser humano. “No nos cabe en una foto”, vocifera un joven que resalta las cualidades humanas de su líder y enumera los beneficios de la revolución en tiempos difíciles todavía, donde el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos en 1962, tras su fallido intento de derrocar al gobierno de Fidel Castro, afecta toda forma de desarrollo del país caribeño. “Hay mucho por mejorar y corregir, todo es perfectible, aunque es muy difícil crecer con un bloqueo genocida sobre nuestras cabezas”, reflexionó una mujer, humilde trabajadora de una de las cadenas de hoteles españoles que se construyeron sobre las paradisíacas costas cubanas.

 

14 de junio de 2017.  Allí estábamos con Mony, mi esposa, mi compañera de ruta hace veintidós años, la mujer que amo, la mamá de nuestro hijo Agustín, la inmensa capitana de todos y cada uno de nuestros emprendimientos familiares.  Allí, en pleno corazón de la ciudad del Che, dejando nuestro rastro en el homenaje del pueblo cubano a su héroe nacional. El sol nos dibuja el porvenir mientras la imponente figura de Ernesto Guevara se recortaba majestuosa en el cielo de Santa Clara. Nos sentimos inmensamente jóvenes, un aura revolucionaria nos cala hasta los huesos. Cuánta razón tenía Don Atahualpa Yupanqui cuando escribió que “alguna gente muere para volver a nacer”. El Che nace todos los días en los corazones de aquellos que luchan, que sueñan, desde su trinchera, espalda con espalda con sus afectos, una sociedad justa, más igualitaria. Un mundo donde nadie tenga que escupir sangre para que otro viva mejor.

Al final del viaje se erigió un nuevo horizonte que nos permitió  desandar nuevos caminos. Vivir la tierra del Che me ayudó a comprender y ratificar mi mirada sobre la filosofía del pueblo cubano, su razón de ser, su envidiable coherencia ideológica, su inclaudicable resistencia en soledad a un modelo económico que genera pobreza  y desigualdad a borbotones. Conocer la tierra del Che significó también poder  justificar desde la razón mis críticas, que las tengo, al movimiento revolucionario. Vivir la tierra del Che me dio los fundamentos necesarios para refutar los absurdos argumentos que esgrimen en su contra aquellos que jamás pisaron la isla. Detractores que en muchas ocasiones hostigan la revolución cubana y a sus líderes desde la más absoluta ignorancia, o desde el odio y las mentiras que suelen insuflarles los que planifican un mundo para pocos.

 

Por tanto, esta historia quiere ser abrazo, puño apretado, estrellas que guíen el rumbo de miles de navegantes que surcan los mares de un tiempo difícil, sabedores tal vez, en muchos casos, que nunca tocaran esas estrellas que enseñan el camino. Irreverente desafío en tinta y papel que desea atravesar el pecho de los lectores y acurrucarse para siempre en el alma de los que mantienen en pie las inagotables utopías de un revolucionario, un hombre digno, que hacía que lo que decía, un mártir de la revolución cubana que se esparció más allá de los autoritarios límites que dibujan los poderosos en los mapas, un hombre que es bandera de luchas populares en cualquier parte del planeta, un quijote que erguido cabalga inmortal.

 

Esta crónica es un homenaje para el Comandante Ernesto Che Guevara, y un humilde obsequio para quienes todos los días sienten sobre sus talones el costillar de Rocinante y valientes se echan a andar entre pesados molinos de vientos. Anónimos y admirables personajes, que como el Loco Gatti de mi infancia, rodilla en tierra, brazos extendidos en forma de cruz, sacando pecho y con la mirada fija en la pelota, enfrentan sin miramientos al poderoso goleador de turno.

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. Homayoun Sirizi dice:

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    My name s Homayoun Sirizi, artist and curator based in Tehran, Iran.
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    Homayoun

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