La TV ataca, salva, paga, manda

La TV ataca, salva, paga, manda

Esta crónica recorre en el tiempo el desembarco de la TV en el fútbol, desde las sanas intenciones del mítico romanticismo periodístico de “Todos los goles”, cuestionando el espíritu monopólico de “Fútbol de Primera”, y poniendo en tela de juicio los actuales argumentos de los ideólogos de la “telecracia” futbolística, quienes piensan y creen que el show de cámaras es más importante que el juego, que los futbolistas, que los hinchas.

miércoles, 27 de mayo de 2020

 “Decir que pagaron para ver a 22 mercenarios dar patadas a un balón, es como decir que el violín es madera y tripa, y Hamlet, papel y tinta”.

B. Priestley

 

Un llamado telefónico de mi amigo Diego Elejalde, incondicional simpatizante de Banfield y estoico defensor de la pelota bien tratada, ofició como desafiante disparador de ideas y promisorio punto de partida  de esta columna de opinión.

 

Reencontrarnos en la pantalla de Netflix con “Fútbol de primera, 20 años,  fue la excusa perfecta para repasar en nuestras memorias los nombres de jugadores  que en los años 80’ nos invitaban a transitar un tiempo pletórico de sueños  e ilusiones. Aquellos héroes de pantalón corto y medias caídas sin canilleras, ganaban y perdían sus batallas futboleras en la tele, y por supuesto nosotros, adolescentes al fin, proyectábamos nuestro futuro formando parte de aquel show de goles y gambetas.

 

La mención al unísono de una  interminable catarata de nombres propios resucitó viejas imágenes donde el parsimonioso relato de Mauro Viale, el repetitivo comentario de Enrique Macaya Márquez y las escuetas acotaciones en campo de juego de Horacio De Bonis, ponían en contexto, por ejemplo, una tarde memorable de nuestro ídolo predilecto.

 

Más atrás en el tiempo, vuelvo desde el afecto al mítico “Todos los goles”, una innovadora propuesta televisa que se emitía los domingos a las 22:00 por canal 9, una osada producción deportiva que mostró desde 1983 hasta mediados de 1987 las mejores jugadas y los goles de la fecha de primera.

 

Una vez más me siento un fiel espectador de mi programa favorito. Dante Zavatarelli, el hombre del moñito, Marcelo Araujo, Fernando Niembro y Julio Ricardo, luego reemplazado por Adrián Paenza,  son los  conductores de la reseña dominguera por excelencia del fútbol argentino. Un invitado en piso, las caricaturas de Luis Ordoñez, una escenografía pobre, tan pobre como la calidad fílmica que llegaba desde Rosario, Santa Fe y Córdoba, y una cortina musical muy pegadiza, daban vida a un pretencioso proyecto comunicacional en el cual los goles todavía eran un bien de consumo popular sin dueños ni patrones.

Por entonces los partidos no se televisaban con la asiduidad de estos tiempos y cuando ocurría, muy a pesar de la pobreza de imágenes en blanco y negro, uno advertía  que el interés periodístico primaba sobre el comercial. Recuerdo, además, que las noches ventosas y algunas lluvias torrenciales boicoteaban la retransmisión local de Canal 10. La antena casera bailaba en el techo de casa al  ritmo de los temporales y nuestros ídolos se nos presentaban como indescifrables fantasmitas que corrían detrás de una pelota, por cierto, prácticamente inverosímil en el tubo del televisor.

 

En un  primerísimo primer plano se fundían y se confundían  los cuerpos de la Araña Amuchastegui y el Pichi Escudero, los rostros de Hugo Villaverde y el paraguayo Adolfino Cañete, los bigotes de Cucurucho Santamaría y Carlitos Ereros,  las melenas de Chacho Cabrera y el Uruguayo Hebert Birriel, las voladas de Nery Pumpido y el Flaco Cousillas.  Las camisetas, ajenas a todo tipo de vuelo creativo, eran pequeñas manchas cuyas tonalidades mutaban de negro a gris y de gris a blanco. 

 

El 4 de agosto de 1985 Boca y el Deportivo Español igualaron 2 a 2. Aquel empate fue el escenario televisivo para el debut en Canal 7 del muy promocionado Fútbol de Primera, un resumen dominical del partido de la fecha más los goles y el testimonio casi exclusivo de los principales protagonistas de primera división. La televisación caía en manos de Torneos y Competencias, un grupo empresarial comandado por Carlos Ávila, quien firmó vergonzosos contratos de exclusividad con AFA, contratos que ponían de rodillas a los clubes más pobres y en los inicios de los nefastos años 90 monopolizaba la emisión de los partidos del certamen argentino.

 

En la edición 3611 de la revista El Gráfico, en una entrevista con Adrian Maladesky, Carlos Ávila, presidente de Torneos y Competencias, alzaba su voz y mostraba su enojo porque algunos canales no respetaban la exclusividad que su empresa había adquirido en una suma millonaria a la Asociación del Fútbol Argentino, y ponían al aire los goles de la fecha   una vez finalizado los partidos.  Por contrato solo podían hacerlo dos horas después de la emisión de Fútbol de Primera.  En la nota Ávila dice una frase que desenmascaraba los verdaderos intereses de TyC: “Nosotros somos los responsables de la comercialización de los espectáculos que organiza AFA, tenemos los derechos exclusivos de Primera, Nacional B y Primera B”.

 

Como síntesis del poder adquirido por el grupo empresarial, dueño absoluto de la televisación de partidos en Argentina, cabe recordar dos hechos significativos. En la temporada 1993/94 Torneos y Competencias gerenció Argentinos Juniors, armó un equipo competitivo y para promocionar la plaza mendocina trasladó su localía al estadio Malvinas Argentinas.

 

En 2009 TyC adquirió los derechos económicos del futbolista de River Patricio Toranzo por una deuda que el club Millonario mantenía con la empresa. Carlos Babington, presidente de Huracán por entonces, reconoció en un reportaje que cuando compraron el pase de Toranzo se reunió con Alberto Pomato, Gerente Financiero de Torneos, para llevar adelante sin inconvenientes el traspaso al Globo del talentoso mediocampista.

 

En la actualidad miles de estadios de fútbol se han convertido en gigantescos estudios de televisión y los futbolistas, como bien dice el Ruso Jorge Jaskilioff,  en simples actores de reparto de una comedia tragicómica, donde los más perjudicados son los clubes y los jugadores de las categorías de ascenso, menospreciados y denostados por el negocio.  Muchos dirigentes  les han vendido el alma de los colores a la tele y la tele los tomó de rehenes. Se juega para la televisión y la televisión paga, dispone, ordena, programa y por supuesto… manda.

 

Cierto es que ahora  millones de personas pueden ver los partidos y no sólo los millares que caben en los estadios. Los hinchas se han multiplicado y se han convertido en posibles consumidores de cuantas cosas quieran vender los manipuladores de imágenes.

 

Un avispado director de cámaras digita las pasiones de los telespectadores y corre subido a la pelota para embellecer en la pantalla un espectáculo que en el verde césped poco tiene que ver con el show diseñado por los guionistas del circo. La lente de la cámara se posa sobre los artistas elegidos por el sistema, quienes suman sus porotos al negocio desde el patrocinio de grandes marcas, pero relega a los anónimos, a los desgraciados, a los que patean, a los que patalean.

 

En México 86, Harold Shumacher, arquero de la selección alemana, contó lo que sentía jugando en pleno mediodía azteca. “Sudo. Tengo la garganta seca. La hierba está como mierda seca, dura, extraña, hostil. El sol cae a pique sobre el estadio y estalla sobre nuestras cabezas. No proyectamos sombras. Dicen que esto es bueno para la televisión”.  Sencillo, la venta del espectáculo importaba más que la calidad del juego.

 

En Brasil, único caso en el mundo, los futbolistas acceden a través de su sindicato a un porcentaje de las ganancias que genera la televisación de partidos. El llamado “Derecho de arena” los beneficia económicamente, los hace parte de las utilidades y los jerarquiza como partícipes y auténticos promotores del espectáculo. Llama poderosamente la atención que el resto de los jugadores del planeta no hagan valer sus derechos laborales y exijan la implantación en sus países de esta ley.

Hoy los simpatizantes y los periodistas especializados en deportes que cubren, cada vez más,  los partidos desde un estudio de radio o desde un set de televisión, se han convertido en meros espectadores de la pelota filmada. Escribió Dante Panzeri en Dinámica de lo impensado: “El fútbol tiene que ser visto, cuando queremos saber que ocurre en él, por lo menos en toda la mitad de una cancha. Los espectadores de la pelota solamente, pueden estar informados de lo que pasa sabiendo donde está ella. Pero no estará en condiciones  de equipararse a los que juegan en cuanto a deducir lo que puede pasar  después con quienes no tienen la pelota. Por eso mi consejo es: mire la pelota y mire siempre donde no está la pelota, así será más fácil entender y comentar un partido”.

 

Con espanto observo y confirmo que es posible jugar fútbol profesional sin hinchas en la canchas, pero resulta casi utópico imaginar clubes y ligas independientes de las designios de las empresas televisivas que se apropiaron de un negocio formidable. Percibo que hemos perdido para siempre el encanto y el romanticismo de aquellas imágenes fantasmales que emanaban de un viejo televisor blanco y negro.

 

El sistema es cruel, tan cruel como los relatores que se burlan de los que no pueden pagar el pack exclusivo y ven resignados las imágenes de las tribunas mientras el crack de su requipo gambetea rivales de cordón a cordón. El sistema, dentro y fuera de una cancha, promueve el pague para ver, pague para ser, pague para pertenecer. 

 

El sistema desea arrebatarnos también el sentido de pertenencia, el fútbol como hecho social, como reflejo de una sociedad donde  los pobres del planeta son excluidos y expulsados de una fiesta popular que les pertenece, que le es propia. Reescribo a Eduardo Galeano: “El fútbol es, a pesar de todos los pesares, un espacio de expresión de destreza, y en ocasiones de belleza, un centro de encuentro y comunicación de los pocos lugares donde los invisibles pueden todavía hacerse visibles, aunque sea por un rato, en tiempos donde esa hazaña resulta cada vez menos probable para los hombres pobres y los países débiles”.

 

En estos tiempos de pandemia y cuarentenas salvadoras miro en la tele apáticos partidos de la liga alemana, donde la desnudes de un estadio vacío congela los tímidos festejos de gol de los jugadores. Algunos creen que un partido sin goles es como un  domingo sin sol, pues yo voy un poco más allá y percibo que un partido televisado sin hinchas en las canchas es como una lluviosa madrugada de lunes donde corremos muertos de frio a la parada del colectivo para no llegar tarde al trabajo.

 

En definitiva, estas líneas pretenden repensar el vínculo fútbol –TV  y poner en tela de juicio la razón de ser de los ideólogos de la telecracia futbolística, patéticos personajes que solo quieren que miremos la pelota, la marca de la pelota, y los botines, la marca de los botines. Del juego y la pasión popular se encargará el director de cámaras…

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. Ricardo Gamarra dice:

    Como siempre, en el fútbol la pasión quedó para el hincha, muy bueno Mario, abrazo de gol desde la costa del sol.

  2. Raúl dice:

    Espectacular raconto del pulpo televisivo que se apoderó de la pasión mundial de la pelota y hace y deshace a su antojo. Gracias Mario.

  3. Oscar Daniel Cano dice:

    Como siempre Mario, muy claro lo que describis en este caso sobre el negocio del futbol y la incidencia de la tv quizas nefasta en algunos casos o en muchos, que los apasionados por los colores de nuestro equipo y el rodaje de la pelota, ignoramos. Los clubes padecen en general, por sus pesimas administraciones en materia dineraria. No es culpa de la TV segun mi opinion. Gastan mas que lo que entra en sus arcas.Quizas en estos tiempos muy dificiles que se avecinan ,el futbolista debiera participar del reparto de dinero de la TV con derechos y obligaciones . Ambos, jugadores y TV, se necesitan. Da gusto leerte, sos un profesional que dignifica tu profesion sobre la que muchos de tus colegas aun de renombre , la ejercen con mala praxis. Tambien a ellos por ineptos o comerciantes la TV los maneja. Fuerza con tus convicciones para ejercer periodismo, sano, claro, transparente y objetivo.

  4. Carlos Melara dice:

    Excelente Mario y mientras la leía me acordaba como manipularon con la excusa de hacer tres mil jardines de infantes ( que no hicieron más que 63 ) nos sacaron el fútbol y que dejara de nuevo de ser popular y solo para los que pudieran pagar.
    Lo peor que lo que instalaron con una gran mentira como le expresé cuando me dio la palabra el empleado dr
    Melconian porque las remesas que requería el pago del fútbol para todos salían del presupuesto de publicidad habitual del estado con el propósito de difundir noticias de interés público que está dispuesto por ley y que es aprobado siempre por el congreso disponiéndose seiscientos millones para pagar el fútbol de los mil ochocientos disponibles.
    Se cumplía pasando la publicidad en los partidos para todos los habitantes del país aunque no hubiera en algún pueblo cable además porque también se instaló el sistema gratuito de televisión digital abierta permitiendo
    que todos los habitantes del país pudieran ver todos los partidos en donde quisieran ( muchos lo vieron por primera vez y hoy vuelven a no poder ) y con amigos y / o compartir en familia con mate torta frita,guisos,fideos o asado porque se podía.
    Entonces como le dije a Melconian “no esta diciendo la verdad” porque por lo expuesto queda muy claro que a ninguna persona le costaba un peso.
    Me produce cierto dolor acordarme de esa noche en un charla de este susodicho en un hotel de la costa porque además con mentiras como está no solo nos sacaron de poder ver a los equipos de nuestros amores por TV sino tantas otras cosas que me dañan el alma y corazón.

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