Osvaldo Wehbe, la voz interior de las simples cosas

Osvaldo Wehbe, la voz interior de las simples cosas

Imagino que desde aquí, en plena cuarentena, motivados por la lectura de esta historia, muchos de los lectores también se verán movilizados para reencontrarse con sus sitios predilectos, con los seres y las voces que les dibujaron en algún momento de sus vidas una enorme sonrisa en el corazón.

domingo, 19 de abril de 2020

“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida,
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas”.
Armando Tejada Gómez

 

En ciertas ocasiones una perspicaz mirada introspectiva de nuestras historias personales nos permite reencontrar paisajes donde fuimos inmensamente felices. Vivimos en carne propia aquello que la poesía del entrañable Armando Tejada Gómez  describió con pasmosa exactitud. “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”. En consecuencia viajo en el tiempo y aquí estoy ahora, en el galpón de chapa de mi casa paterna. Un modesto lavadero con ínfulas de tallercito donde el viento frio del invierno congela hasta los bríos adolescentes. Una radio a todo volumen narra los pormenores de un partido mundialista. Un vozarrón con una sutil  tonada cordobesa corre tras la pelota.

 

Mis héroes de la infancia, futbolistas vestidos de celeste y blanco, escriben melena al viento la partitura musical de un pleito que creemos ganado. En tanto, los relatores, desde sus voces,  ejecutan la música más maravillosa que podían escuchar mis odios. Dioses del éter que micrófono en mano montan una gigantesca obra teatral. Artistas amados, únicos, exagerados, deslenguados, parlanchines insaciables. Sus gargantas enrojecidas gritan goles que ofician como un infalible  elixir que cura todas  las penas.

 

Meto la mano en la cajita de los recuerdos y allí en el galponcito de mi infancia emerge colosal y amena la figura de un riocuartense al que descubro en Radio Rivadavia en 1982, obra y gracia a la cita ecuménica en suelo español.  Años después de la mano de Víctor Hugo Morales me apropiaría para siempre del maradoniano encanto de ese decidor de partidos de fútbol que lograba conmoverme muchas veces hasta las lágrimas.  Sin lugar a dudas, para mí,  Osvaldo Wehbe, por tanto, es sinónimo de Mundial.

“La bola va rodando y el tiempo va pasando”, afirma en cada uno de sus relatos Jorge Arcapalo, otro magnífico hombre de radio.  A la distancia confirmo que el Turco es parte sustancial de mi adolescencia. Él, entre otros,  construyó los cimientos fundacionales de mi vocación periodística. Su voz forma parte mi vida.  Su voz, su dicción pulcra y cuidada, su vocabulario amplio y proverbial, sus construcciones metafóricas a flor de piel, sus muy certeras  reflexiones filosóficas, su capacidad para graficar desde el corazón y el intelecto una pasión que lo desborda, que nos desborda. Pura pasión interior “tierra adentro”. Porque en sus acaloradas disputas ideológicas con la porteñidad siempre dejo en claro que no era un hombre del interior. Escapa a dicha definición con razonamientos geográfico-etimológicos, porque “si hay un interior, ¿el exterior cuál es?

 

Aún perduran inmortales en mi memoria  los apasionantes debates de ideas con Víctor Hugo, Alejandro Apo y Walter Vargas en el programa Competencia. Escucharlos era para mí como tener a Mario Kempes, a Diego, al Bocha y a Alejandro Sabella tirando paredes en el baldío de la esquina de mi casa.

 

Tal vez, Osvaldo  desde su primer grito de gol, el 16 de mayo de 1979, entendió a pie juntillas que la emoción radiofónica  es un sentimiento que contagia con la voracidad  goleadora de su ídolo Cuervo, el Lobo Fischer.  Creo, percibo además  hace muchos años, que el relato de Osvaldo Wehbe primero se adosa a la piel, luego navega torrentosos caudales sanguíneos hasta que se convierten en llaga que quema en el pecho, llaga que apretuja el corazón, que se multiplica por miles, que contagia, que emociona,  llaga que es nudo en la garganta, ilusión que trepa jubilosa las cuerdas vocales,  voz interior que enciende la utopía, grito de gol  que le da identidad a un profundo sentimiento compartido.

 

En cada charla de café destaca a Víctor Hugo Morales como el mejor relator de todos. Reconoce su talento personal, su generosidad  y su valentía frente a un micrófono. De José María Muñoz subraya la laboriosidad y esgrime su profunda admiración por la trayectoria periodística de su comprovinciano Víctor Brizuela, su socio ideal para improvisar paredes en una transmisión. .

 

Escribió Víctor Hugo en el prólogo de “Los 10 del 10, un homenaje literario del Turco para Diego Maradona. “Osvaldo Wehbe es, de los periodistas de radio, el que más admiro, Su capacidad de análisis, la riqueza de los conceptos, y la independencia de sus opinión, son imprescindibles en nuestro contacto con la gente. Pero además, Osvaldo es la poesía de cada tarde. Por lo que dice y como lo dice”.

 

Como Osvaldo también creo que Víctor Hugo es el mejor. Yo me animo un poco más y me atrevo a calificarlo como el más instruido, el más lúcido relator de habla hispana de la historia. El Nene es lo que Diego al fútbol mundial, y Wehbe lo que Mario Kempes a la Selección Argentina.  Encuentro una docena de vínculos que emparentan  la figura del goleador cordobés con el Turco. Ambos  caminan  la vida sin hacer alarde de lo importante y trascendentales que ha sido cada uno de ellos en sus profesiones. Humildes, sencillos, pueblerinos, dueños absolutos de un quijotesco perfil bajo.  Coincido con Osvaldo en señalar que Kempes por eficacia e  implicancia  deportiva en la obtención del título en 1978  es el segundo mejor 10 de la historia mundialista de nuestro país. Recalco una sabia reflexión del riocuartense sobre el mítico rompe redes  nacido en Bell Ville, la cuna de la pelota sin tiento

 

“Antes era todo más romántico, más lírico. Por ejemplo cuando Kempes ganó, probablemente él, el Mundial 78, se compró un Torino y una casita en Bell Ville. Hoy si uno hace lo que hizo Kempes en un Mundial…te comprás el mundo”.

 

Jorge Jaskilioff, amigo y admirado colega, fue quien me permitió conocer y entrevistar por primera vez a ese periodista cordobés cuya voz me embelesaba desde la radio y me transportaba desde su pluma a los mejores y más recónditos lugares que habita la dulce melancolía. El Ruso desde el afecto pone en palabras su respeto y su admiración por Osvaldo Wehbe.

 

El Turco es el Luis Landricina de los periodistas especializados en deportes, por lo costumbrista, por lo descriptivo, por la sensibilidad de entender y describir ese pueblo del que él también forma parte. Fue el cable a tierra en Competencia para el porteñaje. Gran compañero de trabajo.  Un tipo con mucha humildad, con mucho sentido del humor aplicado al relato, generoso  y muy ético, sobre todo eso. Es tan simple como cualquier riocuartense”.

Hincha confeso de San Lorenzo de Almagro. Pero bien vale destacar que excepto en la conquista  de la Copa Libertadores, nunca el corazón azulgrana pudo doblegar su inquebrantable compromiso profesional con el relato. Para muchos Cuervos, me incluyo,  su grito de gol en Cadena 3 tras la conquista de Néstor Ortigoza y su magnánima descripción, posterior al  pitazo del árbitro brasileño Sandro Ricci, deberían ser consideradas una de las siete maravillas del planeta radiofónico.  Su vozarrón caminó al borde del precipicio emocional,  micrófono en mano levantó su mirada al cielo, les hizo un guiño cómplice a sus hermanos y al viejo Alfredo  y pintó con maestría una acuarela biográfica donde eternos nombres propios del Ciclón invadieron de azul y rojo  cada espacio del Nuevo Gasómetro.

 

Indudablemente, como dice el poeta, uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida. Escribo estas líneas e imagino  al Turco Osvaldo Wehbe reencontrándose en la República de Río Cuarto con un puñado de  cosas queridas.

 

De manera casi antojadiza y aleatoria enumero gestos, personas, momentos. Veo la Ranoleta que usaban en LV 16 para recorrer el país y transmitir los añorados torneos Regionales, las peñas, en plena dictadura, para gritar su rebeldía en tiempos difíciles, las noches de estudio en la ciudad de Córdoba para recibirse de Abogado. A Don Alfredo, su papá, vestido con los colores de Estudiantes de Río Cuarto mientras una humilde Spica  les anuncia desde Old Trafford un majestuoso título Pincharrata.  Su primera salida al aire en Tribuna deportiva,  a sus hermanos alentando sus progresos en la profesión, un casete TDK de 60 con temas de  Sui Generis, un disco de Julio Sosa y una foto de los Beatles.

 

Reitero, escribo estas líneas aferrado a un recuerdo que resiste el paso del tiempo. El vozarrón con una tenue tonada cordobesa permanece intacto entre las cuatro pobres paredes del galponcito de mi casa paterna.

 

Redacto esta crónica para agradecerle desde el alma al dueño de esa voz, el Turco Osvaldo Wehbe, haber edificado desde la radio  uno de los paisajes más bellos de mi vida. Imagino que desde aquí, en plena cuarentena, motivados por la lectura de esta historia, muchos de los lectores también se verán movilizados para reencontrarse con sus sitios predilectos, con los seres y las voces que les dibujaron en algún momento de sus vidas una enorme sonrisa en el corazón.

 

Después de todo uno aprende que cuando las emociones se adosan  a la piel, cuando las simples cosas que amamos ya son parte de nuestro torrente sanguíneo, podemos refutar al poeta mendocino  y soñar el regreso, porque  no siempre a las cosas simples, las devora el tiempo…

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. Carlos Melara dice:

    Excelente reconocimiento al Turco Wehbe y el recuerdo de haberme emocionado con su relato.
    Me ha echo movilizar mis sentimientos al recordarlo.

  2. Un gran periodista e imagino un gran tipo,cuando caí a atenderme con su primo Neumonólogo acá en mardel,lo 1o que le pregunté fue qué era de Osvaldo,con lo cual siempre caímos en la charla sobre su primo.Junto a Walter Carbajal hicieron un muy buen tandem con VH,nunca entendí xq se volvió a Cba…
    Abrazo Mario y felicitaciones por renombrar a éste gran tipo.

  3. Manuel dice:

    Muy buena nota y linda descripción del Gran Relator de Río Cuarto al país el querido Osvaldo Wehbe.

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