El Turco Sanjurjo, Garay entre Rivadavia y Champs Elysées

El Turco Sanjurjo, Garay entre Rivadavia y Champs Elysées

Esta humilde columna tan solo es un pretexto para contarles a los lectores que Marcelo Sanjurjo es un músico excepcional, una viola y un piano que embellecen los cuentos que el fútbol contó, un hombre común que aún habita su calle, en Garay entre Rivadavia y Champs Elysées. Reo y distinguido, según cuadre la ocasión.

lunes, 2 de marzo de 2020

“Un poeta es un hombre como todos.

Un albañil que construye un muro:

un constructor de puertas y ventanas”.

Nicanor Parra

 

Cierta vez la impronta periodística de Víctor Hugo Morales dibujó una preciosa y precisa definición sobre la personalidad de uno de los  personajes más relevantes de la historia del fútbol argentino. “Carlos Bianchi es un hombre de calle. Juan B. Justo y Avenida de Champs Elysées, es la esquina de su vida. Reo y distinguido, según cuadre la ocasión”.

 

Imagino a la distancia al eximio goleador velezano transitar, medias caídas y pantalón corto, las galerías del Louvre. Por un instante me detengo en aquella figura, conjunción exacta, perfecta, entre el empedrado porteño y las luces parisinas. Parábola de un hombre común, de un hombre como todos, que supo construir, pelota al pie, puertas y ventanas en los muros que se levantan más allá del océano.

 

Las primeras líneas de esta pretensiosa crónica sobre los avatares mundanos del Turco Marcelo Sanjurjo encajan a la perfección, desentrañan y descifran puntillosamente el alma de un músico excepcional, un artista que como su querido Peñarol es el barrio y el mundo.

 

El fútbol es, cuando no, la excusa perfecta para desandar una charla amena y emotiva. Bosquejo algunas ideas y presiento que las historias del hombre gol del Atlético Mar del Plata recorrerán, tal vez, un camino desconocido. Pienso entonces que el periodismo, muchas veces es “dinámica de lo impensado”.

 

Por momentos, sentado frente al teclado de mi computadora, me recuentro con la mirada de ese guardametas que volaba de palo a palo, emulando a su ídolos Pepe Santoro y Rubén Lucangioli, en la inmensidad emocional de su potrero de la infancia. Revolcón en la polvareda del corazón de la plaza Güemes, hoy, vaya capricho del destino, epicentro de su pasión Milrayitas.

 

Indefectiblemente escribir sobre el Turco Sanjurjo me invita a repasar alguna sabia reflexión futbolera de Osvaldo Soriano. Busco en mi menoría un cuento que me permita graficar las vivencias de este futbolista amateurs que vivió  apasionadamente el  pasaje desde su propia meta de gol a los confines del área rival.  De pibito entusiasta arquero, de joven potente delantero, ambidiestro, buen cabeceador, artillero con muy buena pegada.

 

A los que amamos al fútbol se nos acusa de sudar mucho y pensar poco, aunque creo, también como el Gordo Soriano, que nadie debe pensar tanto y a tanta velocidad como un futbolista que recibe una pelota  dando vueltas y enfrenta en cuestión de segundos a un arquero que lo mira a los ojos. Sin lugar a dudas, el Turco supo hacer gala de su intelecto para superar la resistencia de los bravíos guardametas que se opusieron en su camino de gol. Años después, fuera del campo de juego, fuera del área,  su ingenio artístico, su sensibilidad y la razón lo coinvertirán en uno de los artistas más respetados del país.

 

Las musas dan vueltas en su cabeza y el poeta laborioso escribe, define magistralmente en tinta papel una canción, una historia que para muchos de nosotros, simples mortales, nos resulta imposible, tan imposible como ensayar una finta frente a un portero que sabe que sabemos que él sabe hacia que palo vamos a empujar la pelota.

En el fútbol como arquero vistió los colores de San Isidro y Quilmes; en tiempos de la colimba fue nueve en Chacarita Juniors de Azul y a los 20 años debutó, con gol incluido, en su amado Atlético Mar del Plata. Fue en el añorado estadio San Martín en el triunfo blanquinegro ante Racing. En el Decano jugó en primera  y fue campeón en Tercera  bajo la tutela de su admirado Miguel Becco como entrenador.

 

Como jugador de básquet aprendió el “oficio” en Peñarol, su casa,  de la mano del entrañable Negro Adolfo Urciouli. Raúl Verne, por su parte, le transmitió su pasión por el vóley y le permitió ser un desatacado jugador en el CEF y en la selección marplatense.

 

Aquí estoy, otra vez frente al teclado de mi computadora como quien queda cara a cara, mano a mano con un guardameta que nos mira a los ojos. Pienso un toque sutil al segundo palo, un puntinazo torpe pero certero, un cabezazo de pique al suelo, una finta y un pase a la red, un amago y una carrera veloz después de volcar al uno que mirará atónito con la cara apretada al césped.

 

Imaginaba una prolija cronología deportiva. Deseaba narrar con lujos de detalles la trayectoria futbolística de Marcelo Sanjurjo cual si fuera una pintoresca crónica ochentosa del Diario El Atlántico. Pero aquella idea fundacional  de Víctor Hugo, esa imagen de Carlos Bianchi parado en su esquina de  Juan B. Justo y Avenida de Champs Elysées me llevó a resolver la jugada de manera imprevista, impensada.

 

Reitero, el fútbol, cuando no, fue la excusa para destacar el talento de un artista marplatense que trasciende fronteras, un poeta, un hombre común que levanta muros, que construye puertas y ventanas. Un tipo sencillo que es el barrio y el mundo.

Ahora,  también imagino un picadito informal en una de las galerías del  Louvre, en el Coliseo Romano o en Cibeles si lo prefieren.  Medias caídas y pantalón corto corren presurosos  tras una pelota el Nano Serrat y la Fiera Claudio Giovanoni, Atahualpa y Mané Ponce, La Negra Sosa y el Pato Castañeda,  Ricardo Arriagada y Cacho Eresuma, Homero Manzi y Pedro Gómez, el Bocha y Hebe de Bonafini , el Pato Pastoriza y Estela de Carlotto, el viejo Pantano y  León Gieco,  el Negro Carlos Romano y Víctor Heredia .

 

En tanto, en improvisadas gradas, afectos cercanos dirigen un altisonante coro de voces.  Miguel Belza, Daniel Álvarez, Jorge Baino, José Prado, los Otálvarez y Carlos Russo junto a los integrantes de la Peña Blanquinegra Ángel Zamboni  se confunden con 30.000 almas que indican el camino a seguir y que jamás faltarán a una cita que lo tenga al Turco como a uno de sus principales protagonistas.

 

Al fin y al cabo esta humilde columna tan solo es un pretexto para contarles a los lectores que Marcelo Sanjurjo es un músico excepcional, una viola  y un piano que embellecen los cuentos que el fútbol contó, un hombre común que aún habita su calle, en Garay entre Rivadavia y Champs Elysées. Reo y distinguido, según cuadre la ocasión. 

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. José Piergentili dice:

    Borges escribió alguna vez «y yo, que quiero ser otro» …. muchas veces he querido ser el Turco Sanjurjo y poder estremecer el alma con una bella canción. Y otras quiero ser como Mario Gianotti y poder encontrar esas palabras que hacen del fútbol y los futboleros lo más bello del mundo. Hoy se juntaron los dos, y entonces la admiración se multiplica.

  2. Claudio Giovanoni dice:

    Mario, tremenda descripción de un amigo que enaltece a todos los que lo conocemos y lo queremos por su talento y por su simpleza. «El Turco» es poesía con música, fútbol más asado, con las convicciones intactas y de los que nunca te defraudan. Hermoso tu relato, no me sorprende para nada. Te felicito.!

  3. Marcelo Sanjurjo dice:

    Muchísimas gracias Mario querido !!! Abrazo grande

  4. Enrique Jorge Caruso dice:

    Es probable que pocos sepan que Marcelo «El Turco» Sanjurjo tambien jugó al Voleibol en el CEF Nº 1 llevado por el Profesor Raúl O. Verne y dadas sus condiciones de arquero, era un gran DEFENSOR.
    En el año 1981 la SELECCIÓN DE PROVINCIA DE BUENOS AIRES viajó a Rosario Provincia de Santa Fe a jugar el último Torneo Argentino de Voleibol. Esta estaba dirigida por Raúl Verne y yo como Ayudante Técnico. Perdimos la Final con Santa fe 2-3 y 13-15 el ultimo set.
    El Equipo de BA: era Mario Saenz (Ex Selección Nacional, (Central) Agustín Pizorno (Punta), «Beto»Keogan (Capitán Punta), Guillermo Aquindo (Armador), Daniel Russo (Punta) Marcelo Guzmán (Punta) y Marcelo Sanjurjo (defensor), todos de CEF Nº 1 y «Lalo Armoa (Central), el «Gallego, no recuerdo apellido (armador) y otro jugador de San Nicolás (SOMISA). Nunca más se hizo el Torneo Argentino. (año 1981)

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