Alvarado también tuvo su D10S

Alvarado también tuvo su D10S

Alvarado en su tiempo de gloria también tuvo su D10S. Un crack pelota al pie que siempre supo que el fútbol es control, pensamiento, pase, tiempo justo. Un talentoso mediocampista que hace fácil lo imposible. Un ser querible, excelente persona.

jueves, 16 de enero de 2020

 “Regresaré a mis estrellas… distancia,
les contaré mi secreto:
que sigo amando a mi tierra… distancia,
cuando me marcho tan lejos.
Un corazón sin distancia quisiera
para volver a mi pueblo”.

Alberto Cortez

 

Cierta vez escuché una sabia reflexión futbolera de Alejandro Dolina quien en pocas palabras describía la esencia del juego. “El fútbol es control, es pase, es pensamiento, es tiempo justo, es velocidad en la concepción de una jugada, es conversación, un diálogo no siempre lineal donde a veces esa conversación sale para donde uno no esperaba. El fútbol es un arte que puede resultar fácil o imposible”. Esta magnánima  definición doliniana encaja  a la perfección en la figura del protagonista de estas líneas: Cristian Canuhé.

 

Canuhé representa sin lugar a dudas la clase de juego que uno cree, humildemente, tiene que ser el fútbol. Su estampa de crack dejó una huella imborrable para los simpatizantes del Toro bravo de la ciudad. Su paso triunfal por el gigante del interior del interior, ascenso incluido, lo transformó en uno de los héroes, en uno de los referentes obligados de la hazaña más trascendente de la historia de Alvarado.

 

El mediocampista pampeano fue uno de los futbolistas predilectos del entrenador  Mauricio Giganti en el pasado torneo Federal A. Bandera y sostén estratégico de un equipo que jugaba al compás de su talentoso número diez.  Cuando la pelota la tenía Canuhé el futbol parecía indudablemente un arte sencillo, fácil de ejecutar. Su liderazgo trascendió los límites del campo de juego y su discurso ameno, ecuánime, pensativo y sereno fue determinante para conformar una comunión indisoluble entre dirigentes, cuerpo técnico y jugadores, una auténtica conjunción de ideas y  de esfuerzos individuales que juntos siempre estuvieron  a la altura de las circunstancias.

 

Hace apenas algunos días los simpatizantes de Alvarado supieron y aceptaron con amarga resignación que Canuhé rescindiría su contrato y se sumaría a la plantilla de Ferro de General Pico, conjunto orientado tácticamente  por el mismísimo Mauricio Giganti.  El diez, con 32 años de edad, heredero ejemplar del último gran ídolo del club, Ezequiel Trapito Ceballos, entendió que era tiempo de cambiar de rumbo.

 

La escaza participación en el equipo titular durante  la primera parte de la Primera Nacional, dado que sus características en el juego no son afines al pregón  filosófico del entrenador Juan Pablo Pumpido, aceleraron una muy difícil decisión.

En la determinación definitiva también jugó un rol primordial la imperiosa necesidad de volver a Toay, La Pampa, su pago chico  y allí generar el reencuentro y una convivencia cercana con sus padres.  Además, creyó que era el  tiempo de apuntalar la profesión de Victoria, su compañera, su esposa, Técnica en Políticas Públicas.

 

Vale destacar que su mujer es y fue su incondicional sostén afectivo durante toda su trayectoria deportiva.  Desde las inferiores en  Lanús, su posterior desembarco en 2008 en Defensa y Justicia tras ser declarado jugador libre por el entrenador de primera Luis Zubeldia, hasta su fichaje en el  Audax Italiano chileno dos años después.  Posteriormente  vestiría las camisetas de Atlético Rafaela, Audax Italiano nuevamente en 2014, San Martín de San Juan, Temperley, All Boys y Alvarado.

 

En 2009 su entrenador en  Defensa y Justicia fue Jorge Almirón, quien apuntaló su talento personal y creyó en sus condiciones para ser parte importante del equipo de Florencio Varela que buscaba un ansiado ascenso a  Primera división.

 

Allí conoció y compartió equipo con Ariel Franco, futbolista que provenía de River Plate, un compañero que marcó para siempre sus días. Canuhé a pesar de contar con el respaldo del técnico vivenció fecha tras fecha la presión que implicaba dicha responsabilidad y la urgencia de consolidarse como jugador profesional.  Dicha presión se manifestaba en continuos y prolongados calambres en los segundos tiempos de los partidos que disputaba.

 

Franco le prestó un libro, un texto que lo acercó definitivamente a Dios y que le permitió comprender que el fútbol era tan solo una parte de su vida, que existían cuestiones más transcendentes en el alma de un ser humano.  El libro devocional “Cambia el Ritmo” de Jorge Fernández Garrido fue nexo, un puente que le posibilitó potenciar su fe en la Iglesia Cristiana Evangélica. En la actualidad Cristian es un activo y fervoroso difusor de la Biblia, partícipe de una iglesia inclusiva que rompe con los parámetros evangélicos convencionales.

 

Cristian Canuhé, orgulloso papá de Elena y Catalina, se seca las lágrimas para afrontar esta charla periodística. La emoción lo toma del brazo y lo  invita a transitar una vez más un tiempo pletórico de sueños y utopías  que finalmente se  hicieron realidad. Pasa otra vez por el corazón y se abraza con aquellos gladiadores, compañeros dentro y fuera de una cancha,  que alcanzaron el ascenso.

 

Su discurso ameno y reflexivo lo ayuda a ordenar algunas ideas, a desentrañar el porqué de una decisión que lo aleja de una institución, de un club que quiere mucho.  Se sueña a futuro director técnico,  formador de jóvenes futbolistas. Admira y rescata a la  distancia el trabajo profesional de Nacho González, su entrenador en All Boys.

 

Canuhé piensa como juega. Posee una admirable capacidad para anticiparse a la jugada, para leer un partido, para interpretar los diferentes momentos  de un equipo  y resolver en el tiempo justo. Una persona excepcional que jamás criticó maliciosamente a un compañero, a un entrenador o a un dirigente. Un tipo que va por la vida irradiando luz, contagiando paz, un hombre del fútbol que ve más allá de los caprichos de una pelotita.

 

En su despedida esgrime palabras de agradecimiento para la familia Quiroga, para sus compañeros, para el cuerpo técnico y  para el pueblo de Alvarado.  Hinchas que lo dan todo sin esperar nada a cambio, héroes en las gradas, indispensables, fundamentales en la escritura de esta bella historia que viste de azul y blanco.

 

Alvarado en su tiempo de gloria también tuvo su D10S. Un crack pelota al pie que siempre supo que el fútbol es control, pensamiento, pase, tiempo justo. Un talentoso mediocampista que hace fácil lo imposible. Un ser querible, excelente persona. Un diez, que sin temor a esquivarme, me permite  afirmar que juega y piensa como los dioses.

 

Por tanto estimado Cristian gracias por todo y buena vida allí en tu pago chico, donde  17 años después de tu partida, volverás a contarles a las estrellas tus preciados secretos.

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. Andres dice:

    Conozco a Cristian y puedo asegurar que esta nota no exagera en nada. Muy bien expresado Mario Giannotti.

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