Juan Rey, el base que aprendió a volar

Juan Rey, el base que aprendió a volar

Esta es la historia de un hombre que ama el básquet, la historia de un papá que se inventó un par de alas para aprender a volar a cada instante, como un águila, como los días. Esta es la magnánima travesía mundana de un superhéroe terrenal a quien el corazón todavía le duele en serio, un clown que dibuja sonrisas aun cuando sus heridas sangran.

viernes, 6 de diciembre de 2019

“Tengo que aprender a volar

entre tanta gente de pie.

Cuidan de mis alas unos gnomos de lata

que de noche nunca ríen”.

Luis Alberto Spinetta

 

Esta es la historia de un hombre que ama el básquet, la historia de un papá que se inventó un par de alas para aprender a volar a cada instante, como un águila, como los días. Esta es la magnánima travesía mundana de un superhéroe terrenal a quien el corazón todavía le duele en serio, un clown que dibuja sonrisas aun cuando sus  heridas sangran, un arlequín que nunca se priva del dulce egoísmo de ayudar.

 

Juan Rey, el protagonista de lujo de esta crónica periodística, fue gestado en Mar Chiquita pero nació el 12 de julio de 1955 en Mar del Plata. Su padre Alfredo, un puntano que había comenzado a ejercer la docencia a los 19 años en Estación Calfucurá, desempeñaba  por entonces tareas de  maestro, secretario y director en una escuela rural  de Vivoratá, humilde establecimiento  que además oficiaba como hogar para toda su familia.

 

Alfredo por disposición del Ministerio de Educación  de la época se jubiló con veinticinco  años de función y cuarenta y tres años de edad. Juan, tras los fundados temores  de su mamá María Haydee, se radicó finalmente en Mar de Plata, en pleno corazón del barrio Pompeya, promediando 1956. Vale recordar que el lunes 19 de setiembre de 1955 la golpista Revolución Libertadora bombardeó los Tanques de combustibles de YPF ubicados en el puerto de Mar del Plata y la Escuela de Artillería, actual AADA 601.   Este ataque generó miedo y el regreso a Vivoratá de los Rey quienes postergaron de esta manera su arribo a la ciudad.

 

“Yo tengo dos vidas, una hasta los cincuenta  años y otra después de los cincuenta años de edad”, cuenta Juan como partícipe de una de las prolíferas  Charlas TED. Su infancia, su adolescencia y su juventud  están emparentadas al básquet, a su amado Club Unión, a la Selección Marplatense.

Al Celeste llegó cuando tenía cinco años, fue de la mano de su hermano Carlos, siete años mayor que él. Invitado por algunos entrenadores de cebollitas probó suerte en un partido informal  y a partir de allí construyó una formidable trayectoria deportiva como jugador  hasta su retiro en agosto de 1986. Por supuesto, la Maxi Liga, también  lo disfrutó como talentoso y experimentado basquetbolista vistiendo en la etapa final los colores de Kimberley.

 

Juan Rey, un “gigantón” de 1, 86 m, ostentó en sus inicios la base de su club y la Rojita en un básquet sin la dinámica explosiva de la actualidad, con canchas a cielo abierto y pisos de cemento.

 

“Yo vivía para el básquet, jugaba en Cadetes, Juveniles y Primera. Es más, cuando tenía 15 años debuté primero en la selección mayor  que en Cadetes. Yo amaba ser uno más del combinado marplatense, además soy el jugador que tiene más presencias en el seleccionado. Jamás durante esos once años cobré un solo peso”.

 

Juan Rey fue parte de una época progenitora  de la Liga Nacional. Convivió con el romanticismo de los pioneros del básquet local y con el advenimiento de figuras emblemáticas que potenciaron su deporte predilecto.  Mención obligada para el  dirigente Roberto Otálvares, los jugadores Eduardo Cachorro Benítez y Oscar Ferrieri y  el entrenador estadounidense Joe Vancisin.

 

Por entonces también formidables equipos internacionales enfrentaban a la Rojita y disputaban en la ciudad  atractivos cotejos amistosos con quintetos nacionales de primer nivel como Obras, Lanús, Gimnasia y Esgrima La Plata y Ferro.

 

Barcelona (1975), Partizán de Belgrado con Kicanovic y otros siete jugadores de la selección de Yugoslavia (1979), Real Madrid (1979), el Franca de Helio Rubens (1979) y Sirio con Oscar, Marquinhos y Marcel (1980) jugaron en Mar del Plata.

 

Juan ama hablar de básquet, cuando los hace sus ojos se iluminan y la pasión le brota a borbotones por cada uno de los poros de su piel. Tiene mil anécdotas que narra con puntillosa exactitud y con envidiable sentido del humor. Sus  relatos exaltan las figuras del Flaco García Avalos, de Luis Prieto, del Negro Urzioli, de Miguel Cortijo, del Beto Cabrera, de Guillermo García Oyaga y de Miguel Muñiz, entre otros.

 

En la  adultez, cercano a los cincuenta años de edad, Juan  aprendió a convivir con la pasión vocacional de sus hijos Juan Pablo y Nacho, talentosísimos artistas callejeros con una admirable vocación solidaria.

La noche del 18 de agosto de 2005 un escape de monóxido carbono ocasionó la muerte de Juanpi, su hijo mayor. Fue en Buenos Aires, en el departamento que habitaba con su novia, tenía apenas veinticinco años.

 

Allí el corazón dolió en serio. El alma se desgarró en mil pedazos y el dolor caló tan profundo que originó heridas imposibles de sanar. Allí ese bonachón que amaba el básquet supo que tenía que aprender a volar entre tanta gente de pie. Al mes Juan, Clara- su ex esposa – , Nacho y un centenar de artistas callejeros homenajearon a Juanpi en la cancha de básquet del Club Kimberley. 1400 personas asistieron a lo que terminaría siendo la piedra fundacional de la ONG Hazmereir, una  organización socio cultural destinada a brindar ayuda y asistencia permanente a quienes lo necesitan.

 

Allí fue tal vez cuando Juan Rey, ese gigantón que llevaba la base de su amado Club Unión y la Selección Marplatense, una tarde impensada se trepó al cielo de los inmortales para reencontrarse con Alfredo, su papá, un puntano ejemplar que hizo docencia desde la decencia en una humilde escuela rural,  y con Juampi, su hijo, un buen pibe, un ser con vocación altruista, un soñador, un clown, un payaso que inventaba sonrisas a cada paso. Un artista cuya misión primordial era embellecer la vida de los otros.

 

Esta es la historia de Juan Rey, un superhéroe terrenal de carne y hueso, sencillo, mundano, cercano, solidario. Un alma noble que tuvo que fajarse debajo del tablero con ruines adversarios que no escatimaron usar los codos y las malas  artes para ganar un rebote. Un base que aprendió a volar a cada instante, como las águilas, como los días.

 

Tal vez, parafraseando al Flaco Spinetta, imagino que por las noches unos gnomos de lata que nunca ríen le cuidan las alas, hasta que por la mañanas cuando sale el sol una muchedumbre de payasos  lo toman de la cintura y lo invitan transitar la vida con una enorme sonrisa en los labios, con una irrenunciable  premisa, embellecer los días de los otros, ni más ni menos. Como un arlequín que nunca se priva del dulce egoísmo de ayudar.

 

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. Claudio dice:

    Bella nota y bella persona Juan , gracias Mario y abrazo al Grandote,,,!!!

  2. Jorge dice:

    Buena nota!! Merecida!! Gran abrazo Juan!! Un gran tipo!!

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