Vuela Negro, vuela

Vuela Negro, vuela

Un maldito 19 de julio de 2007. El inmenso Negro Roberto Fontanarrosa, humorista gráfico, escritor e hincha de Rosario Central voló tan alto aquel día hacia la inmortalidad, que pudo toparse con el duende futbolero que fue leyenda, paloma que aun surca el cielo rosarino, abrazo de gol con el viejo Casale.

viernes, 19 de julio de 2019

“Cuando alcancé la sabiduría,

ella me miró y dijo:

Ya me alcanza cualquiera”.

Roberto Fontanarrosa

 

 

Un maldito 19 de julio de 2007 la mítica Mesa de los Galanes perdió a su máximo exponente, y nosotros entendimos por fin que el mundo había  vivido equivocado.  El inmenso Negro Roberto Fontanarrosa, humorista gráfico, escritor e hincha de Rosario Central voló tan alto aquel día hacia la inmortalidad, que pudo toparse con el duende futbolero que fue leyenda, paloma que aun surca el cielo rosarino, abrazo de gol con el viejo Casale.

 

“En mi niñez fue todo normal, todo común, sin catástrofes, sin privaciones terribles y sin acontecimientos sobresalientes. Mi niñez no da ciertamente para escribir una novela angustiante. Ni da tampoco para una historieta”, afirmó cierta vez el Negro. Pero su pluma reflejó como pocas la niñez de los otros, y su historia fue en definitiva más que una novela, una infinita caricatura a pura carcajada.

“Cuando leía a los norteamericanos me daba cuenta de que ellos escribían sobre deporte. Hemingway sobre boxeadores, sobre toreros. Mailer sobre Clay. Philip Roth describe en uno de sus libros la literatura norteamericana como si se tratara de un partido de baseball. Pero acá esto no pasaba. Cortázar y algún otro más habían escrito sobre box, pero sobre fútbol, nadie. Y el fútbol era y es nuestro deporte nacional. Uno que fue pionero fue el uruguayo Enrique Estrázulas que, creo que fue en Crisis, escribió sobre Pepe Sasía, un jugador magnífico. “Desde el barro” se llamaba el cuento. Y no transcurría en la cancha sino afuera. A mí me llamó mucho la atención ese relato porque por este lado nadie escribía sobre fútbol. Hasta que empezó el Gordo Soriano. Después, Sasturain. Y no muchos más de eso. Es que escribir sobre fútbol no es contar un partido, lo que pasa en la cancha, sino lo que está afuera, lo que rodea y hace a la cancha. Como hicieron los norteamericanos con sus boxeadores: la pelea es lo de menos. Y lo que interesa no es el combate en sí sino lo que hace a su esencia”.

 

Fontanarrosa solía contar en algunas de las tantas entrevistas que le realizaron que muchos escritores comenzaban a escribir soñándose Julio Cortázar, en cambio él creció queriendo ser Ermindo Onega. Es decir, su encuentro con la literatura fue acaso como la epopeya de un tímido jugador que transitó un camino diferente en pos de un gol de campeonato.

 

“Cuando me probé en Central jugué 20 minutos y me dijeron “te llamamos”, pero nunca me pidieron el número. Ahí me avivé que el fútbol no era lo mío. Al gol de Poy lo vi por tevé, pasaron el partido en directo. Uno se acuerda siempre de lo que estaba haciendo cuando ocurren ese tipo de cosas, como el día que mataron a Kennedy. Tenía la fantasía de ser jugador. Si me das a elegir, hubiera querido ser Aldo Pedro Poy. Entrego todo lo que dibujé por ser el autor de la palomita”.

En referencia a la amistad el Negro fue bandera y pregón de una forma de vivir. “Mire yo asocio al fútbol con la amistad. Siempre me reúno con un grupo de amigos para jugar, ir a la cancha o ver partidos por televisión. Y después la mesa de café, en el Cairo, siempre”.

Deseo que estas sencillas líneas puedan al menos enaltecer la figura de uno de los tipos más queribles, talentosos y futboleros que alguna vez leí. Ojala que esta humilde columna sirva como nexo, como disparador de ideas, como modesta puerta de ingreso a la  literatura para quienes todavía no han disfrutado de su obra.

«De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro”.

 

Por eso, porque nos cagamos de risa con tus libros, mil  gracias querido Canalla y mil gracias por formar parte de la lista de la gente que fue y es así tan necesaria.

 

Y ya saben, si la cosa está en los nombres, en como suenen, a mi denme un Fontanarrosa, un Roberto Fontanarrosa. El micrófono hecho un puñal, una finta sudorosa. ¿Cómo puede haber un dibujante Nick, por ejemplo? Que vas a decir escribió, dibujó Nick, si te queda esa sensación desierta y adormecida de cuando uno come pastillas de menta. No, acá valen los Fontanarrosa, Negro y centralista  para colmo. Dibujó, escribió Nick, que mierda va a dibujar este tipo. ¡Que deje la hoja en blanco para eso!

 

 

Mario Giannotti

 

Comentarios de los lectores

  1. Raul dice:

    Gracias por recordar a un amigo de la vida, que nunca conocí en persona, el Negro Fontanarrosa,

  2. Pedro Annunziata dice:

    Muy lindo recuerdo Mario, viva el Negro Fontanarrosa.

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